24 febrero 2020

Sugerencias para empezar a hablar Latín

Sugerencias para empezar a hablar Latín

por John Byron Kuhner, ©2009 (www.latin.org/resources/latinspeakinghints.php)
Traducido y adaptado para www.lingualatina.es por Antonio G. Amador (@agamador


Utere generali pro particularibus
Usa términos generales en lugar de específicos

Puede que no recuerdes los nombres de todos los vasos, tazas, platos, etc. De acuerdo. No te quedes atascado en la conversación. Usa términos generales [entre corchetes, el capítulo y línea de LLPSI donde aparece el término por primera vez]:
  • cualquier cosa en la que puedes poner algo: vās -is n [30.90] o receptāculumn
  • cualquier cosa tecnológica o herramienta: īnstrūmentumn [27.13]
  • cualquier cosa de comer: cibusm [9.6]
  • casi cualquier fruta: frūctus -ūs m [54.130] o pōmumn
  • cualquier cosa de beber: pōtiō -ōnis f [31.1]
  • cualquier cosa que fluya: līquor -ōris m
  • cualquier cosa que sirva para mover algo de un sitio a otro: vehiculumn [44.448]
  • cualquier cosa viva que se mueva por sí misma: animal -ālis n [10.54]
  • cualquier persona: homō -inis m [10.5] (no uses ‘persona’, que es una tentación continua)
  • cualquier cosa que se piense o se crea: cōnsiliumn [26.23] o sententia -ae f [18.30]
  • casi cualquier lugar/emplazamiento/espacio/sala/área: locusm [16.15]
  • prácticamente cualquier cosa: rēs reī f [14.111] (la palabra más útil de todas)
  • Las anteriores palabras, junto con hic haec hoc [7.43] (éste, ésta, esto) y algunos gestos, cubrirán un increíble número de posibilidades.
‘Decem principalia’ verba
‘Top ten’ verbos

También puedes hacer esto con los verbos. El latín tiene una decena de verbos con los que puedes
hacer estupendas combinaciones de palabras en una conversación.

Vidēre: puede utilizarse como “ver” [3.11], “entender”, o en tiempo pasado puede significar cosas
como “me encontré con” (siempre es algo difícil de expresar en latín, normalmente los romanos lo
utilizaban con obviam u obvius, o incluso empleando incido, occurro, convenio, obvenio).

Agere: este verbo tiene una larga lista de significados. Además de “hacer” [5.82] y “conducir”
[27.14], puede significar cualquier cosa si lleva un acusativo, y con  + ablativo puede significar
“hablar”, “tratar” [45.30]. En voz pasiva, agī puede significar “ocurrir”, “suceder” [24.19].

Habēre: significa “tener” [4.4] y también “poseer” [5.3], y resulta realmente útil con infinitivos:
Quid habes dicere?’, ‘Nihil habeo facere’. A veces sirve como futuro y como una expresión para
indicar necesidad. Como reflexivo (con sē) significa “encontrarse” (estar de una manera
determinada) [14.26] y, en voz pasiva, habērī [28.80] tiene el valor de “ser considerado” (tener en
un concepto determinado). Con non puede utilizarse en lugar de verbos como carere y egere, que
sabes que rigen ablativo.

Ferre: es otro gran verbo latino. Significa “llevar” [12.34], “traer”, pero también “soportar” [24.37] y
“decir” o “narrar” [44.227].

Facere: (“hacer” [10.17]) como agere, con este verbo puedes emplear casi cualquier acusativo que
necesites para expresar algo.

Dicere: (“decir” [11.60]) casi indispensable, aunque como ya se ha mencionado, agere y ferre pueden
servir para reemplazarlo cuando sea necesario. En pasiva, puede significar “llamarse” [13.58].

Esse: “ser”, “estar”, “haber” [1.1], imprescindible.

Posse (“poder” [10.21]), velle (“querer” [10.67]) y la expresión placet mihi (“me gusta” [30.104]) son muy útiles. Con estos verbos más un infinitivo se pueden construir cientos de frases en un momento.

Esta decena de verbos[1] no sólo te proporcionarán toneladas de cosas que puedas decir, sino que probablemente también los utilizarás para las primeras preguntas que le hagas a otras personas. El
dominio de sus formas y tiempos y su uso frecuente es una buena manera de adquirir confianza y
fluidez en la lengua latina.

Scito aliquas sententias Latinas memoriter
Memoriza algunas frases en Latín

Es muy útil utilizar el enfoque de Erasmo en la conversación en latín. Erasmo fue un compilador de
innumerables locuciones[2], que se pueden desplegar a voluntad en la conversación. Es útil leer
algunos proverbios latinos (disponemos de muchas colecciones, en forma de libro o en línea) o
florilegios de los autores. Trata de aprender algunos de memoria. Sirven como frases hechas para
insertarlos cuando sea apropiado (que suele ser a menudo).
  • De gustibus non est disputandum.
  • Vetus canis non docetur.
  • Forsan et haec olim meminisse iuvabit.
  • Non omne quod nitet aurum est.
  • Hoc opus, hic labor est.
No sólo son útiles en sí mismos, pues si tus interlocutores los reconocen por lo general pueden
obtener algún placer también. Y si los cambias ligeramente para encajarlos mejor en el contexto, el
el placer será doble.

Dic quod potes, nec cura quod non potes
Dí lo que puedas, no te preocupes de lo que no puedas

Dicen los grandes deportistas que nunca intentan hacer dos cosas a la vez durante el entrenamiento.
Ellos no intentan ganar el partido, sólo se aseguran de hacer bien la jugada. Centrándote en un
objetivo limitado y no tratando de hacer demasiado, mejorarás continuamente. Di lo que puedas,
siempre tratando de decirlo correctamente y con claridad, y escucha la respuesta. Se aprende sobre
la marcha –disces eundo–.
____________________

[1] Puedes consultar un listado con los 50 verbos más frecuentes en latín en este enlace:
www.culturaclasica.com/lingualatina/50-verbos-latinos.pdf

[2] En este enlace encontrarás una selección de los Colloquia de Erasmo, editados por Jennifer K. Nelson: Colloquia familiaria: a selection (www.stoa.org/colloquia/nelson)

Descargar artículo en pdf: https://es.scribd.com/doc/24915995/Sugerencias-para-empezar-a-hablar-Latin

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20 febrero 2020

Didáctica moderna del Latín

José Juan del Col, Didáctica moderna del latín*, 1998.


CAUSAS DE LA DECADENCIA DEL LATÍN

         Es natural entonces preguntarse: ¿A qué se deberá la decadencia del latín en el sistema educativo de tantos países? Se han dado, o ensayado, múltiples respuestas, más o menos admisibles, tales como las siguientes:

- Culpables son los métodos empleados en su enseñanza-aprendizaje. Métodos aburridos, memorísticos, abstractos, centrados en la parte gramatical y no en la cultural, y además haciendo hincapié en un fárrago de reglas y excepciones. Cabe recordar aquí el dicho de Quintiliano: Aliud est grammatice loqui, aliud Latine (Una cosa es hablar con arreglo a la gramática y otra, hablar latín).

La excesiva importancia asignada a la gramática es un legado del Renacimiento. Los humanistas querían volver al latín clásico, de la edad de oro. De ahí el escrúpulo por la corrección gramatical. Modelo máximo para ellos era Cicerón. Pensaban que armar oraciones en estilo ciceroniano era el súmmum del humanismo. Hablar a lo Cicerón era como hablar a lo divino. Pero con el andar del tiempo esto fue sofocando al latín viviente, el latín de la vida ordinaria, el latín coloquial. Y se terminó por no hablar latín ni por hablar conforme a la gramática (Del Col, 1994). Con razón, Paul Pelletier (1970), al terminar una intervención suya en el IV Congreso Internacional por el Latín Viviente (Aviñón, 1-3 de abril de 1969), expresaba: «Nosotros no vivimos en tiempos de Cicerón. En cierto sentido, el gran enemigo del latín es el clasicismo» (p. 227).

         - Relacionado con una metodología desacertada, se halla el desinterés o más aún el fastidio de tantos alumnos. Lagunilla (1995) anota, al parecer exagerando y generalizando indebidamente: «El recuerdo del profesor de latín suele ir emparejado a rompederos de cabeza e interminables retahílas de declinaciones declamadas de memoria. Su estudio se asociaba más con el castigo que con la satisfacción que proporciona el conocimiento» (p. 28).

        - Otra razón que explica el desinterés o abandono a que ha estado sometido el latín: el escaso aprovechamiento, no obstante años de estudio. En la década del 60 se volvió famosa  la canción de Gianni Morandi ¿Che me ne faccio del latino? (¿De qué me sirve el latín?), interpretada entre nosotros por Violeta Rivas en la versión castellana de Ben Molar. En la letra original, sobre un tema de Marchesi, Bereta y Bertolazzi, el supuesto alumno de latín dice, por ej.:

«¿Saben ustedes por qué lo he de estudiar,
pero no lo puedo hablar?
No soy un cretino, pero siempre en latín saco 3" .
Y prosigue:
«Si con el francés podría traducir a Johnny Hallyday,
si con el inglés podría entender a Frank Sinatra,
y con el brasilero podría escuchar a Joao Gilberto,
y no haría el papel de atontado,
preguntaré al profesor:
¿De qué me sirve el latín?»

Por el contexto se colige fácilmente que el latín no le sirve a ese alumno para entender a Ovidio, a Cicerón, a Nepote y a Augusto nombrados en la canción. En la traducción castellana aludida dos versos expresan con diáfana claridad:

«Estudio mucho, y al fin
no sé el latín» (Ludus, julio de 1995, p. 28-29).

Umberto Eco, en un artículo titulado sugestivamente «La tragedia posmoderna de la educación clásica» y publicado por el diario «La Nación» el 6 de octubre de 1996, se refería a una reforma del liceo clásico que se estaba debatiendo en Italia. Aunque opinando que  «ciertamente, el liceo a la europea (por ejemplo, el italiano tradicional o el francés) es un patrimonio que no debe perderse», hacía esta reflexión: «Pero también es cierto que el liceo clásico producía efectivamente en su mayor parte personas educadas que, si no se dedicaban luego a estudios específicos, en la edad adulta eran incapaces de leer de corrido el Apocalipsis». Y corroboraba su reflexión con una experiencia personal:

«Recuerdo que para el examen de latín en la Universidad había que llevar, además del curso normal, la obra completa de Virgilio o la obra completa de Horacio. En cuanto a versos, Horacio era la mitad de Virgilio, pero (se decía) con Virgilio se traduce casi a primera vista, mientras que Horacio es muy difícil. Pero (se decía) Virgilio es una pizza, mientras que Horacio es más divertido.

Elegí Horacio y me pasé un bochornoso verano preparándolo, con una compañera que cursaba ya el segundo año de letras clásicas y había salido a la madurez (= había conseguido la madurez clásica) con nueve en latín y griego. Habíamos sudado (...) y coincidíamos en que hacía falta trabajar en cada verso, para comenzar de nuevo en el verso siguiente. Después de ocho años de latín. Si uno no supiera leer a Shakespeare después de ocho años de lengua y literatura inglesas, será bueno para el neurólogo. Quizá lo éramos también nosotros dos, pero invito a todos los que hayan hecho ocho años de latín y cinco de griego (y no siguieron practicándolo) a que me digan, con una mano en el corazón, si podrían hoy arrellanarse bajo una sombrilla y leer a Homero y Propercio.»

- Otra razón que explica la decadencia del latín en la escuela es nuestra propia cultura materialista, consumista, que privilegia lo pragmático y lo tecnológico, descuidando o minusvalorando, en gran medida, la filosofía, la literatura, la historia y, en general, las ciencias humanas. De ahí la preferencia por una orientación escolar de tipo científico-técnico. Los mismos padres, que pagan los estudios de los hijos, eligen para estos o los presionan para que elijan carreras que conlleven a su término una salida laboral y la perspectiva de una buena remuneración. Esto vale sobre todo donde, como en nuestro país, es generalizada y aguda la crisis económica. Pero no vale igualmente en el caso de las mujeres. Para ellas se admite más fácilmente que se dediquen a profesiones mal remuneradas, ya que sus ingresos se consideran todavía complementarios a los del varón. Y esto explicaría la abrumadora presencia femenina en las aulas de lenguas clásicas, incluso en países, como Francia, que económicamente están en mejores condiciones que nosotros. En ese país, en el año 1989 casi todos los alumnos universitarios de esa especialidad eran de sexo femenino. El citado Luis Gil se pregunta «si las mujeres se convertirán en depositarias y difusoras de nuestro legado cultural, como lo fueron los monjes en la Edad Media, o, por el contrario, acabarán comportándose de modo tan materialista como los varones» (Lagunilla, 1995, p. 28).

- Como motivo del abandono del latín en la escuela se indicó también este: su enseñanza es elitista, en pugna con el espíritu democrático propio de nuestra época. Umberto Eco (1994), por ej., confiesa que en la década del 70 había visto con beneplácito la eliminación del latín en la enseñanza media inferior obligatoria de su patria, Italia, justamente porque le parecía que «a esa edad se constituía en un elemento de discriminación entre niños de distinta extracción social». Pero si era materia obligatoria para todo el alumnado, no se ve dónde estaba el elitismo antidemocrático. Por otra parte, nuestra sociedad es también pluralista, y entonces caben distintas orientaciones y opciones culturales. Pierre Grimal -miembro de la «Académie des Inscriptions et Belles Lettres» (1991)-, analizando la argumentación utilizada para suprimir el latín, de que no todos los franceses podían aprenderlo y por lo tanto era justo que nadie lo aprendiera, a fin de no crear desigualdad entre los ciudadanos, observaba: «Nadie objetó, lo que habría sido lógico, que no todos, en su vida, aprenderían la astronomía, la física molecular o la filosofía china, que no todo el mundo sería médico, o cantante, músico o almacenero» (p. 18). Cabe aquí recordar el dicho latino Non omnes possumus omnia, es decir, no todos lo podemos todo.

- La aparente aversión de las actuales autoridades educativas con respecto a las lenguas clásicas procedería, según Luis Gil, de la admiración por el mundo clásico que mostraban los regímenes de corte fascista. Efectivamente, el gobierno de Mussolini utilizaba citas de Virgilio y Horacio como eslóganes políticos (Lagunilla, 1995). Podemos añadir que la misma palabra «fascismo» evocaba las fasces, insignia de los cónsules romanos. Emblema del fascismo fue precisamente el haz propio del lictor romano. El fascismo pretendía restaurar el Imperio Romano. Después de la conquista de Etiopía (1936), a Víctor Manuel III, rey de Italia, se lo nombraba también «Emperador de Abisinia» (antiguo nombre de Etiopía). El mediterráneo era llamado Mare Nostrum (Mar Nuestro) como en la antigua Roma. En los deberes escolares de traducción al latín había que indicar en la fecha el año de la era fascista, a fascibus restitutis (= desde la restauración de las fasces).

También en la Alemania nazi la actividad pedagógica manipulaba hábil e interesadamente textos clásicos. Y en España Franco potenció el latín y el griego, con el objeto de restituirle la gloria del imperio (ib.).

DIDÁCTICA MODERNA DEL LATÍN

        Si tales y tantos son los valores que pueden ser acarreados por la lengua y literatura latina, habría que propiciar encarecidamente su estudio. Interesante a este propósito es lo que sostiene el profesor Vittorio Alemani, docente de italiano y latín en el liceo científico «Severi» de Milán. Nótese que se trata de un profesor de latín en un liceo científico y no en uno clásico, que es el otro tipo de liceo o secundario superior en Italia. Pues bien, dicho profesor afirma con todo aplomo: «El latín habría que hacerlo estudiar a todos. Yo lo enseñaría en los estadios a la masa de los jóvenes. Alguien declara que el latín es el conducto para conocer nuestros valores del pasado y de la tradición clásica y humanística. No es el conducto; es la cultura moderna.

Nuestro modo de pensar y de ver la vida están bajo su influjo: las estructuras comunes de la ciencia moderna ahondan sus raíces precisamente en la lengua y en el pensamiento clásicos. O mejor; el latín es la lengua más apta también para la computadora y la creación de los programas» (Straniero, 1989). Semejantes expresiones son por demás apodícticas, pero no son pocos los docentes que ven en la cultura clásica el fundamento capaz de dar consistencia a la formación tanto humana como tecnológica (ib.).

Ya vimos que para Umberto Eco «la lectura de los clásicos es un viaje a las raíces». Pero el mismo autor, como también vimos, puntualizó el escaso conocimiento del latín que se alcanzaba en Italia después de ocho años de latín (es decir, en los cinco del gimnasio más los tres del liceo clásico). Pero la culpa no es del latín, sino de cómo se lo enseña. El latín no debiera ser un espantajo. No es tan fácil de aprender, es cierto; pero el alemán, por ej., tampoco es sencillo y nada digamos de otros idiomas, como el chino y el japonés.

¿Después de ocho años de latín, no se sabe latín? Esto se explica por insistir en el análisis lógico, en la gramática y en la traducción. Es fácil -observa Gallizia (1962)- oír hoy la comparación: «Después de cinco años de francés, se sabe hablar francés; después de ocho años de latín, nada». Pero el mismo Gallizia cita el siguiente testimonio de un anciano profesor: «Cuando yo era niño, el docente de francés no nos hablaba ni nos obligaba a hablar en ese idioma y al final del curso ninguno de nosotros habría sabido decir dos oraciones francesas seguidas».

Comenta Gallizia: Hoy, después de cinco años de clase una lengua moderna se sabe usar discretamente. Es gracias a los especialistas, quienes a fines del siglo pasado, en la enseñanza de las lenguas vivas remplazaron el método de la traducción por el método directo. Aplicado este método al latín, como se está haciendo en algún lado, da excelentes resultados. Usar el latín como lengua viva es un método eficaz y relativamente veloz, que debiera sustituir los estériles métodos tradicionales.

Eco (1996) refiere como ejemplar el caso de una muchacha negra del Bronx (distrito de Nueva York): «En una universidad norteamericana -así escribe- conocí a una muchacha, negra y del Bronx. Subrayo el origen no por razones raciales sino sociales: evidentemente todo lo que había aprendido en la casa sobre Roma antigua había sido mirando un film por TV en el que Nerón acariciaba a una cortesana mientras el vino se le derramaba sobre el mentón y se reía a carcajadas en inglés. Pero era inteligente y voluntariosa, y había decidido seguir un curso estival de latín: a su término no digo que conociera todos los secretos de la ‘consecutio temporum’, pero con las declinaciones y los verbos se llevaba bien, y estaba en condiciones de componer frases aceptables. Al cabo de seis meses de una especie de full immersion (inmersión plena) había alcanzado el nivel de nuestros muchachos de la tercera media».

La más moderna didáctica de las lenguas reconoce como básico el principio que para aprender una lengua es indispensable usarla: usarla asiduamente e incluso exclusivamente. El método ASTP (Army Special Training Program), elaborado en la segunda guerra mundial por psicólogos y lingüistas estadounidenses con el objeto de adiestrar aviadores, comandos, administradores, etc. en el empleo de las más diversas lenguas de Europa, Africa y Asia, implicaba de seis semanas a seis meses de intenso y exclusivo uso de la lengua a aprender.

Omitir las referencias a la lengua nativa del alumno y transferir cada vez más su actividad mental a la lengua que se quiere hacerle aprender, se ha vuelto un axioma del aprendizaje práctico. Claro está, el latín no se aprende con finalidades principalmente prácticas, como sería hablarlo en la vida cotidiana. Conlleva también una educación teórica tendiente a la comprensión razonada de las leyes del uso y de las estructuras. Se desaprueba, eso sí, el fárrago filológico o erudicionismo. Que los alumnos aprendan los rudimentos del análisis lógico. Que la gramática se les enseñe en forma sencilla y sobre textos (Gallizia, 1962).

Valor relativo de la gramática
En la segunda mitad de nuestro siglo se ha cuestionado mucho el estudio de la gramática en el aprendizaje del latín, negándole el valor que tradicionalmente se le atribuía y sosteniendo que ella ha de ser aprendida indirectamente, a través de la lectura de textos. Así Giovanni Battista Pighi sostiene que la lengua latina no se debe enseñar mediante la gramática, sino mediante la misma lengua; al mismo tiempo se llega fácilmente a la posesión del arte gramatical, primero de la sintaxis y luego de la morfología. De esta manera, además, en lugar de tedio se experimentará placer (Del Col, 1994). René Martin (1970) observa que nuestra manera de enseñar latín se basa en dos factores: uno es el análisis gramatical; el otro, la traducción, y esta casi siempre valiéndonos del léxico.

En este método la gramática es, por así decirlo, la reina. Los alumnos aprenden primeramente los casos, declinaciones y conjugaciones, después la sintaxis. Se ejercitan en analizar cuidadosamente las oraciones, pareciéndose a los médicos que disecan los cadáveres; finalmente, las traducen o intentan traducirlas a su propio idioma. Pedro Grimal afirmó precisamente que la categoría de los profesores de latín casi ha matado la lengua latina, así como el médico inepto prefiere cortar los miembros de un cadáver a conservar la vida de un individuo viviente.

Ya que el latín era considerado lengua muerta, por eso mismo en su enseñanza la gramática y el análisis se volvieron las reinas o mejor dicho las tiranas. Dijo Santiago Perret: «Con razón nos burlaríamos del campesino que colocara el arado delante de los bueyes...¿No somos menos tontos cuando ponemos la lectura antes de la escucha y del habla?» También podríamos decir: «¿No somos igualmente tontos cuando anteponemos el análisis al uso de la lengua?»

La gramática es, no dueña (domina), sino criada (ancilla) de la lengua latina (Schilling, 1968). Y es menester aprenderla indirectamente, por inducción, a través de la lectura de textos. Es lo que hace el método indirecto, del cual se han propuesto distintas modalidades o variantes.

En 1949 C. W. E. Peckett y A. R. Munday publicaron en Shrewsbury un curso de latín basado sobre este método. Las lecciones se desarrollaban en cuatro momentos: imitación, repetición, asociación, inducción. La gramática era presentada mediante la asociación imagen-texto. Siempre se requería la cooperación de los alumnos. Las ejercitaciones consistían principalmente en completar y transformar frases.

En 1952 O. Wecker presentó un método de enseñanza del latín basado en el principio de inducir de los textos las reglas gramaticales.

El método directo
Entre 1958 y 1959 apareció en Copenhague, en dos volúmenes, el método titulado Lingua Latina secundum naturae rationem explicata, obra de H. H. Ørberg. Se presenta totalmente en latín y puede ser utilizado también por autodidactos. Fue compuesto bajo la guía de Arthur M. Jansen, autor de un célebre método -el Método Natural-, elaborado para el aprendizaje del inglés (English by the Nature Method). Ørberg contó además con el  asesoramiento y ayuda de calificados filólogos de distintas nacionalidades, como: Giacomo Devoto, Scevola Mariotti, E. Springhetti, Louis Hjelmslev, A. D. Leeman, Dag NØrberg ... El método se publicó también en Suecia.

En Chicago (USA), en el año 1959 W. Most publicó Latin by the natural method. El texto está en inglés, pero la lengua latina es tratada de una manera tan práctica como en un método directo. En la misma ciudad, dos años más tarde, apareció A basic course in Latin. Este manual de latín, compuesto por R. J. O’Brien y N. J. Twombly, sigue rigurosamente enfoques estructuralistas, sobre todo en la fonología y morfología. Un correcto uso de este curso requiere un laboratorio de idiomas o en todo caso casetes pregrabados.

En New York apareció en 1966 Lingua Latina Viva I de C. Towe y S. Akelaszed, y en 1967 Lingua Latina II de G. W. Stephens y E. Springhetti.

En Cambridge, en 1971-72 se publicó el Cambridge Latin Course. Contemporáneamente, en Munich de Baviera apareció Übersetzungstechnik de K. H. Von Rothemburg. En 1973, J. Malms, A. Mitschke, H. Steinthal y W. Emrich publicaron Redde rationem.

Son, todas ellas, obras valiosas por los materiales que ofrecen. En gran parte de ellas se nota una creatividad de tipo artístico, propia de la didáctica, que se diferencia de la filología, la cual progresa con la creatividad de tipo científico de los grandes filólogos (Calvano, 1993).

Entre las obras citadas nos place destacar, por haber experimentado personalmente su bondad, el Método Natural de Ørberg. Consta de 50 capítulos distribuidos en 15 fascículos. En el prólogo se lee:

«El libro ha sido compuesto de manera que el significado de cada nuevo vocablo se desprende claramente del contexto y los vocablos se reiteran con tanta frecuencia que se aprenden por completo. A fin de facilitar la lectura, procuramos que en cada capítulo las nuevas voces no fueran más del 25 o 30 % con respecto a los vocablos constantes. Sin embargo, quien finalice el entero curso aprenderá alrededor de 2.500 palabras, entre las más usadas en latín, como afirman los que investigaron con esmero la frecuencia de los términos latinos. Provisto de tal bagaje, nuestro alumno podrá leer con bastante facilidad y gran provecho casi todos los libros escritos en latín.

Aunque ya a través de los ejemplos se aprende óptimamente la gramática, con todo pareció conveniente añadir a cada capítulo una parte, titulada Grammatica Latina, en que con la mayor claridad se explican las reglas gramaticales, de manera siempre acomodada a la inteligencia del alumno.

...También hay que advertir que a cada capítulo, después de la parte titulada Grammatica Latina se han añadido tres tareas (pensa) para una conveniente ejercitación de los alumnos.

...En la obra se progresa paulatinamente y sin advertirlo (sensim sine sensu), desde oraciones muy fáciles hasta alcanzar estas metas: algunos poemas de Ovidio y Catulo (en el cap. 32); algunos epigramas de Marcial (ib.); extractos del Breviarium ab Urbe Condita de Eutropio (cap. 42 y 48), de los Libros 21-30 Ab Urbe Condita de Tito Livio, del Libro De Excellentibus Ducibus de Cornelio Nepote (cap. 44), de los Libros 31-45 Ab Urbe Condita de Livio (cap. 45), de las Periocas de los Libros 48-61 de Livio (cap. 46), del Libro De bello Iugurthino de Salustio Crispo (cap. 47), de la Oratio de Imperio Cn. Pompeii de Marco Tulio Cicerón (cap. 49), de los Libros de Cicerón De Re Publica (cap. 50)» (Del Col, 1994).

El Método Natural no es solo para niños o adolescentes. A un Congreso de los Nature Method Institutes se presentó a los participantes, que eran profesores universitarios de lingüística o de latín, un grupo de tranviarios de Copenhague, quienes como hobby habían estudiado los 15 fascículos del Método Natura latino; y en latín hablaron y explicaron páginas de autores. 

En una comunicación al Segundo Congreso Internacional por el Latín Viviente, Ørberg refería sobre los resultados de un experimento de cinco años de duración, llevado a cabo por correspondencia: «Nuestros alumnos, como resulta de las ejercitaciones escritas con mucho esmero que nos mandan, en breve tiempo hacen progresos en esa lengua, a la que se dedican espontáneamente; más aún, de alumnos que unos meses antes ignoraban el latín, recibimos algunas cartas no mal redactadas». A Ørberg le parece estar comprobado que con el Método Natura muchísimos pueden deleitarse no solo leyendo sino también escribiendo en latín (Gallizia, 1962).

En el Método Natural y demás métodos directos, que hemos señalado para la enseñanza-aprendizaje del latín, se aplica a este idioma la didáctica que se emplea para la enseñanza-aprendizaje de los idiomas modernos.

En dicha enseñanza-aprendizaje se tiende cada vez más a utilizar también recursos audio-visuales y audio-orales, como láminas ilustradas, diapositivas, casetes, videos, laboratorio de idiomas ... En la era del lenguaje total (palabra, imagen, sonido), como es la nuestra, esto es obvio. Por otra parte, todas las lenguas entran más por los oídos que por los ojos. Fácilmente aprende un idioma extranjero quien lo oye a menudo y él mismo lo usa al hablar. Todo esto vale también para el latín (Martin, 1970).

Recalcamos la eficacia del uso del idioma a aprender. Usar un idioma implica entenderlo. Entenderlo, en cambio, no implica usarlo. La incapacidad de usar el latín para expresarse puede coexistir con un conocimiento del mismo que consienta entenderlo y leerlo, incluso con facilidad y amplitud. La razón de esto está en el hecho de que la posesión de un idioma es un hábito complejo, constituido por hábitos menores que lo integran . El único hábito que define la plena posesión o dominio de un idioma es pensar en ese idioma, con las dos eventuales manifestaciones del hablar y del escribir. Nótese que entre actos y hábitos hay una rigurosa homogeneidad; por ello, quien no hace sino actos de leer contraerá tan solo el hábito de leer; pero quien posee tan solo el hábito de leer, salvo que contraiga un nuevo hábito, no podrá nunca cumplir en el idioma extranjero el acto de pensar para expresarse (Gallizia, 1962).

También para el latín vale aquello en que se hace mucho hincapié hoy en relación al estudio de idiomas extranjeros: hay que volverlo atractivo. Acerca de esto escribe Umberto Eco (1996):

«Con los medios interactivos de que se dispone ahora, también una lengua muerta puede aprenderse en forma entretenida, con un ‘tutor’ electrónico que en la pantalla te corrige los errores (sin que tengas que llorar por las enmiendas del maestro) y te visualiza en forma amena ciertos problemas sintácticos. Por no hablar de la posibilidad que se ofrece hoy de ejercitarse sobre Pinocho o Topolino en latín. Todo depende de encontrar los métodos que hagan agradable el aprendizaje...

Además, ¿por qué estudiar latín y griego como lenguas que se bastan por sí solas, mientras que mucho más fascinante sería comparar su estructura sintáctica y su léxico con los de las lenguas modernas? Y también un buen CD-Rom puede hacer milagros. Con el que, aprendiendo las lenguas muertas, se comprenderán mejor las vivas».

Algunos, como Corrado Calvano (1993), piensan que el objetivo de la didáctica del latín no puede ser enseñar a hablar en latín. Tampoco puede ser el de preparar a los alumnos a afrontar tormentosas traducciones de trozos que exijan muchas horas y afanosas búsquedas en el diccionario. Afirma Calvano: «El objetivo principal en ámbito lingüístico debería ser, en cambio, el de hacer adquirir a los alumnos el núcleo esencial del léxico y el dominio de esas estructuras morfológicas y sintácticas que consientan una lectura ágil de trozos considerados  fáciles, como, por ej., textos de carácter histórico-narrativo o científico».

El docente de latín, como el de griego, tiene que seguir criterios científicos. Debe conocer, pues, y tener en cuenta tanto la metodología filológica como la psicológica. Ambas disciplinas contribuyen a constituir su competencia profesional didáctica. El problema metodológico inherente a la enseñanza de las lenguas clásicas tiene que ser resuelto tratando de utilizar hasta donde sea posible y razonable los principios del método directo, pero sin eliminar la teoría lingüística, la gramática. Estos principios Calvano los sintetiza de la siguiente manera:

«a) centrar el estudio de las lenguas clásicas en la comprensión de muchos textos sistemáticamente graduados;

b) eliminar en lo posible el recurso a la traducción;

c) insistir en el conocimiento del léxico fundamental, contextualizando la adquisición a través de lecturas extensivas y un conocimiento profundizado de la cultura griega y romana (con la ayuda de textos ilustrados, de películas, de diapositivas, de visitas arqueológicas);

d) limitar lo más posible, por lo menos en los primeros años de estudio, los conocimientos gramaticales teóricos, tratando siempre de concentrar la atención de los estudiantes sobre las características de los textos y estimular procesos de inducción gramatical;

e) no valuar los progresos de los alumnos en base a su bagaje de conocimientos teóricos, sino en base a su capacidad de leer y entender textos;

f) desarrollar los automatismos necesarios para una lectura fluida de textos que no requieran un serio empeño desde el punto de vista formal o conceptual» (p. 599).

Puesto que el latín, e igualmente el griego, son idiomas flexivos en alto grado, demandan una ejercitación larga e inevitablemente fatigosa sobre las estructuras morfológicas y sintácticas. Pero no parece conveniente proponer ejercicios de traducción. Los métodos modernos de enseñanza de los idiomas extranjeros demuestran la eficacia de ejercicios de manipulación y transformación de frases sencillas. 

Es de desear que el docente dé muestras de lengua hablada, use frases referidas al contexto inmediato del curso y estimule breves diálogos. Poco a poco irá introduciendo los elementos de gramática y léxico. En las primeras fases del aprendizaje presentará materiales lingüísticos simplificados, aunque resulten más bien artificiales. La complejidad de la gramática de las lenguas clásicas exige esta simplificación con finalidad didáctica.

Si se aspira al uso del latín, no conviene insistir en la sintaxis de la oración compuesta. Es suficiente la de la oración simple. Sin duda, también el latín familiar de las clases cultas, no menos que el sermo rusticus, amaba formas simples y expeditas. «Evidentemente –como observa Bayet- los sistemas sintácticos, comparativos o condicionales, son más perfectos en virtud de la unidad lógica que ellos realizan; pero ellos nacieron históricamente de la parataxis y, gracias a la claridad en el empleo de los modos, permanecerán demostrativos y también expresivos, si se los reconduce a su forma original, la de un paralelismo coordinado...

De este modo el latín, del cual se dijo demasiado que es una lengua sintética, asume, sin renegar de sí mismo y sin debilitar su dialéctica (...), la agilidad y la movilidad de una lengua analítica» (Gallizia, 1962). Esto, por otra parte, ya se halla realizado en los escritos de los Padres de la Iglesia, especialmente en sus homilías, y por influjo de la parataxis hebraica, en la versión latina de la Biblia. Ejemplo típico es el de San Agustín. En muchas de sus páginas, en los Sermones, en las Enarrationes y en los Tractatus super Evangelium Ioannis, es patente la estructura de parataxis, siempre nítida y cristalina. La empleó con finalidad pastoral, para transfundir en oyentes imperitos el alto pensamiento del Evangelio. A la vez, en esas páginas realizó el milagro de reconducir el latín a sus formas originarias de parataxis, sin que nada perdiera de la finura y precisión que fue adquiriendo en siglos de afinamiento retórico (ib.)

(*) Capítulos 2 y 4 del libro ¿LATÍN HOY? (
descarga completa en pdf), publicado por el Instituto Superior "Juan XXIII" de Bahía Blanca (Argentina), en 1998. Fuente: www.institutojuanxxiii.com.ar]

17 febrero 2020

Cómo mejorar el propio latín en sólo 10 minutos al día

Con el permiso del autor (Daniel Pettersson, de Latinitium), traducimos al español* este interesante y utilísimo artículo que nos explica cómo podemos mejorar nuestro latín dedicando sólo 10 minutos al día.


En los últimos años muchas personas me están preguntando cómo he aprendido yo a hablar latín y qué pueden hacer ellos para mejorar su latín, ya que tienen muy poco tiempo para dedicarse a ello. Hay muchos medios con los que podemos mejorar nuestra competencia lingüística y lograr nuestros objetivos. Lo primero y principal para mejorar en una lengua es constancia y hábito. Leer todos los días es fundamental. Ahora bien, esto es algo sumamente difícil hoy día con el trabajo, la familia, las aficiones y sobre todo con el ritmo de vida que llevamos. Pero la esperanza es lo último que se pierde. Por eso, he aquí una posible solución.

Traigo aquí una técnica que uso cuando no tengo tiempo de leer una hora al día. Esta técnica no se centra sólo a la lectura: se trata de llegar a dominar un trozo de texto hasta hacerlo propio. Cuando hago esto, me doy cuenta de que adquiero y asimilo expresiones y estructuras de modo natural, casi de memoria. Después, cuando hablo en latín, tengo ya como una fuente copiosa de la que echar mano. Incluso, al leer un texto distinto es muy fácil ver semejanzas y diferencias en las diferentes expresiones, si se saben bien algunos textos. Y tener verdadera familiaridad con un cierto número de textos, ayuda enormemente a adquirir seguridad, algo fundamental en el camino que conduce a la fluidez.

Hablo sobre esta técnica y más en esta charla en latín que impartí en Florencia en 2016 (con subtítulos en latín disponibles).

Veamos ahora cómo hacerlo:

1. DÍA I: MATERIAL. UN TEXTO INTERESANTE Y (A SER POSIBLE) A UN NIVEL ADECUADO 
Para empezar se necesita un texto. Un texto interesante que podamos entender más o menos. Elegid uno. No debe ser un texto completo. En este enlace os dejo algunas recomendaciones. Coge un texto y échale un vistazo rápido. Familiarízate con él. Lee palabras sueltas de aquí de allá. Es por decirlo así, como una primera cita: debéis conocerlo sólo un poco. Es más, cierra el libro y déjalo así hasta mañana.

2. DÍA II: COGE UN CRONÓMETRO Y LEE UN TROZO BREVE
Ya estamos en el segundo día y vamos a dar un nuevo paso. Coge un reloj de arena o un cronómetro. Pon el marcador a 10 minutos y empieza a leer. Aquí lo importante no es cuánto eres capaz de leer en 10 minutos sino irte preparando para dar el siguiente paso, que es leer un número de páginas no demasiado elevado. Lee a una velocidad que te permita entender y visualizar lo que lees. Señala el punto en el que acabas.

Consejo extra: visualizar
Visualizar es el mejor modo de ver cuánto entiendes de verdad lo que estás leyendo. Si consigues ver mentalmente lo que lees, entonces lo estás entendiendo. También esto permite entender frases muy largas de un modo muy rápido. Por ejemplo, tomemos una frase como ésta del gran César:

“Prima luce productis omnibus copiis duplici acie instituta, auxiliis in mediam aciem coniectis, quid hostes consilii caperent expectabat.” 

Mientras lees la frase, trata de ver cada segmento por separado antes de pasar al siguiente Por ejemplo, después de haber leído:

“prima luce productis omnibus copiis duplici acie instituta”,

trata de visualizar el campo, el sol que acaba de salir y las tropas colocadas en doble fila. Después continúa leyendo:

“auxiliis in mediam aciem coniectis”,

y visualiza las tropas auxiliares colocadas en medio. No es importante que entiendas del todo cómo estaban formadas, es suficiente que sea una imagen aceptable. Intenta ver a los soldados formados en sus líneas. Entonces continúa:

“quid hostes consilii caperent expectabat”.

Visualiza al general en su caballo, dando un rodeo visual, a la espera de los movimientos del enemigo.

Esto puede parecer un ejercicio interminable, pero describir una imagen con palabras requiere miles de palabras. Vale, dibujar algo es más rápido. Bueno, pues trata de dibujar un elefante que lee un libro.


Ahora escribe una descripción. Te ha llevado un rato, ¿no?

Quizá muchos digan que no tienen imaginación, pero creo de verdad que casi todas las personas tienen esta capacidad. Piensa en un libro que hayas leído y del que después hayas visto la película. Seguro que al acabar has dicho: “No es cómo me lo había imaginado…” Esto se debe a que las imágenes de la película contrastan con las que te habías hecho del libro.

3. DÍA III: RELEE, GRABA Y SIGUE LEYENDO
El tercer día vuelve a coger el cronómetro, pon de nuevo el contador y vuelve a leer lo que leíste ayer. Esta operación será hoy mucho más fácil y rápida que ayer. Y ahora llega el momento crucial. En el tiempo que te sobra, haz lo siguiente: coge tu móvil o cualquier grabadora. Dale al play y empieza a leer el trozo que ya has leído dos veces. Lee despacio ante el micrófono.

No es necesario que lo que grabas quede perfecto, porque después de oír una lectura no del todo perfecta de un texto latino y no oír nada de nada, la elección es muy simple. Lee hasta que se acabe el tiempo. Guarda el archivo. Por hoy ya es bastante. Mañana sigue leyendo donde lo dejaste ayer, grábalo a continuación de lo anterior y así cada día.

¿No tienes tiempo para grabar?
A veces simplemente no tenemos suficiente tiempo o energías para grabarlo. Nos pasa a todos. A continuación hay un par de sugerencias de nuestra sección de audio: elije los que más te interesen y comienza desde el paso 3.

#30 – Cicero sepulchrum Archimedis indagat | Latin texts 6

#32 – Sallustius de exitu Catilinae | Latin texts 8

#38 – Fabula de Daedalo eiusque scelere | Latin texts 13

#39 – Aurelius Commodus | Latin texts 14

#40 – Fabula de lignatore et securi aurea | Latin texts 15

[Puedes encontrar más horas de audio y de vídeo en latín en nuestra página de Patreon. Conviértete en patrocinador de Latinitium y obtén acceso a gran cantidad de material y nuevos vídeos todo el tiempo].

4. DÍA IV: DESDE EL PRINCIPIO
Si terminaste de grabar el pasaje el día anterior, comienza desde el paso 1 y elije un nuevo pasaje; de lo contrario, termina de grabar el anterior.

ESCUCHA
Ahora ya tienes bastante grabado. ¿Qué tienes que hacer? A parte de leer y releer, tenemos ya un audio para oírlo durante el día. Es el momento de encontrar un rato para escuchar lo grabado, y esto puede ser complicado, pero os daré algunas pautas, las que utilizo yo para oír lo que he grabado:

▪ mientras me lavo los dientes;
▪ mientras desayuno (vale, quizá no es políticamente correcto si estás con gente, pero esto son detalles)
▪ mientras voy al trabajo
▪ mientras camino
▪ En el gimnasio
▪ Mientras lavo los platos
▪ En el súper (esto implica que esté dando vueltas sin acordarme de lo que tengo que comprar)

Estos ratos breves suponen gran cantidad de tiempo, si se suman. Por ejemplo, es como hicieras 10 minutos de cola al día todos los días laborables (entre café, transporte público y supermercado) En un mes esto significa 10 x 20 = 200 minutos = 3 h y 20 m. No está mal.

Consejo extra número 2: ¡dale marcha!
Cuando tengamos ya un buen número de grabaciones y las hayamos oído muchas veces, sabremos ya bastante bien el contenido. Ya puedes oírlas rápidamente, si tu móvil lo permite, ajustando la velocidad a 1.3x, 1.5x o 2x, para los más atrevidos. Los programas modernos tienden a mantener el tono más o menos intacto, para que tu voz no parezca la de una ardilla.

RECAPITULAMOS:
▪ Día 1: Coge un libro interesante, que puedas entender. Familiarízate con él: lee palabras sueltas de aquí y de allá.
▪ Día 2: Pon el cronómetro. Lee.
▪ Día 3: Lee de nuevo el mismo párrafo. Graba siempre que puedas el tiempo restante.
▪ Día 4: Lee un párrafo nuevo y termina de grabar el párrafo anterior.
▪ Repite.

Haz una prueba. He obtenido siempre grandes progresos con este método. Ya me dirás cómo te va. Empieza hoy mismo eligiendo un texto.
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Daniel Pettersson www.latinitium.com

[Daniel Pettersson, M.A., es cofundador de Latinitium y actualmente enseña latín en la Universidad de Estocolmo, donde también está trabajando en su tesis doctoral sobre los Colloquia de los humanistas. Daniel cree en la importancia de la literatura latina en el mundo moderno y en que puedes aprender latín con la motivación, el método y el material adecuados].

Artículo original: Learn Latin: how to improve your Latin in 10 minutes a day
Versión en italiano: Come migliorare il proprio latino con 10 minuti al giorno
(* Traducción: Mar Morata, miembro del Circulus Latinus Granatensis)