24 noviembre 2021

Enseñar latín y griego hoy

Enseñar latín y griego hoy: la asociación Cultura Clásica.

Este breve artículo recoge la participación del profesor Antonio G. Amador en el XV Congreso de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, celebrado en Valladolid en julio de 2019. Ha sido publicado en el primer volumen de FORVM CLASSICORVM. Perspectivas y avances sobre el Mundo Clásico (Madrid, 2021), junto con otros trabajos seleccionados entre los que se presentaron en dicho Congreso.

La primera parte, aquí reproducida, trata sobre el origen de los métodos activos de aprendizaje de las lenguas clásicas y de su aplicación y desarrollo en el sistema de enseñanza español. En la segunda parte se hace una especial referencia a las actividades y a la producción editorial impulsada por la asociación Cultura Clásica.


Cuando se habla de «método tradicional» de enseñanza de las lenguas clásicas, la mayor parte de las personas se refieren al también conocido como «método de gramática-traducción» que, en realidad, no tiene una tradición tan dilatada como suponemos, pues nace en Prusia a finales del siglo xviii a partir de varios factores. Entre ellos se encuentran la Formale Bildung o «educación formal» y la influencia del Positivismo, que buscaba un «método científico» sistemático y racional. A estos hay que añadir el peso de las investigaciones de lingüística histórica y, por último, el deseo de proponer un nuevo método alternativo al sistema de enseñanza que parecía ser patrimonio de instituciones eclesiásticas y de órdenes religiosas.


Así, el profesor H. G. Ollendorf publica en 1862, en Londres y en París, su New method of learning to write, read, and speak a language in six months, adapted to Latin, en cuyos principios se basarían la mayor parte de los manuales al uso durante los siguientes cien años.

Un buen ejemplo de lo que pretendía esta nueva metodología lo podemos encontrar en el libro de Michele Fornaciari, Latinorum. Guía práctica para los padres cuyos hijos estudian latín, publicado en Italia en 1947 y traducido al castellano en 1952, donde se llega a afirmar que «el fin del estudio del latín no es comprender el sentido de un párrafo latino, sino razonar sobre el latín y construir el latín por dicho método razonador».


Durante la segunda mitad del siglo xix se desarrolló en varios países europeos una corriente de oposición a este método que sentó las bases para el desarrollo de nuevas propuestas en la enseñanza de las lenguas clásicas. 

A principios del siglo xx, W. H. D. Rouse (1863-1950) abandona la Universidad de Cambridge y, tras asumir la dirección de la Perse School, atrae a jóvenes profesores como Appleton, Jones, Paine, Mainwaring y Andrew. Rouse critica que «el método actualmente en uso no se remonta más allá del siglo xix. Es fruto de la erudición alemana, que intenta aprender todo respecto a una cosa en vez de la cosa en sí misma».

Junto a sus colaboradores, publica numerosos libros sobre la didáctica del latín y el griego, aplicando lo que denominarán como «método directo». Tras lograr unos excelentes resultados que sorprenden a todo el mundo, el método se extiende por numerosas escuelas inglesas hasta llegar a Estados Unidos, donde se difunde con gran éxito.

Rouse llega a sostener que el método directo no solo es más rápido y más atractivo, sino que, además, «mantiene la atención en los detalles, la mente despierta, y permite a los estudiantes entender y apreciar las mejores cualidades de la mejor literatura».

En Dinamarca, Hans H. Ørberg (1920-2010) recoge lo que él mismo denomina el «gran experimento» de Rouse y su escuela, mejorando el método al prestar una mayor atención a la gradación de los textos y de la morfosintaxis, así como a la frecuencia del vocabulario. Decide aplicar al latín el «método natural» de Arthur Jensen y, tras varios años de trabajo, en 1955 publica su Lingua Latina secundum naturae rationem explicata, que fue perfeccionando año tras año hasta llegar a su redacción definitiva, Lingua Latina per se illustrata, en 1990:

Si artem legendi docere volumus, non incipiendum est a praeceptis grammaticis atque glossis; haec methodus, «deductiva» quae vocatur, perversa mihi videtur. Incipiendum est ab integris exemplis legendis quibus plane illustrantur formae et leges grammaticae et significatio vocabulorum. Haec methodus, «inductiva» quae dicitur, efficacem se praestitit qua linguae traderentur.

En nuestro país, se alzan voces como la de J. Jiménez Delgado (1909-1989), profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca, quien publica en 1959 en la revista Estudios Clásicos el artículo «El latín y su didáctica», donde se pregunta: 

¿Por qué habrá maestros que se empeñen en seguir con procedimientos anticuados, sobre todo teniendo en cuenta el desinterés de la sociedad actual y de los mismos alumnos por el latín? […] No hay motivo para seguir enseñando el latín como lengua muerta, ni menos para continuar con una didáctica que solo engendra en los alumnos el tedio y la repulsa de la asignatura (Jiménez Delgado, 1959).


Por desgracia, ni fueron tenidos en cuenta los consejos de Jiménez Delgado, ni tuvo mucho eco la propuesta innovadora de Ørberg, pues la mayoría de los profesores y alumnos españoles seguían en sus clases el mal llamado método tradicional. 

Así, uno de los libros más conocidos y empleados en su momento fue el de Francisco Torrent (1925-2009), Latín 2º BUP, publicado por Sociedad Española de Estudios Clásicos en 1976, en cuyo prólogo se podía leer una verdadera declaración de intenciones:

La asignatura cuyo estudio vamos a comenzar tiene mucho de pasatiempo: en ella, como en un rompecabezas, es necesario encajar debidamente las piezas. […] Será indispensable repasar concienzudamente algunas nociones fundamentales de Gramática. Solo así pisaremos terreno firme y lograremos en nuestra asignatura la eficacia deseada (Torrent, 1976).


Ya en pleno siglo xxi, Wilfried Stroh, profesor emérito en la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich, (2007: 354) critica la metodología gramática-traducción en su libro El latín ha muerto, viva el latín

Es evidente que pocas personas querrán aprender latín según el método habitual de muchas instituciones, que lo convierte en una especie de álgebra superior o tal vez de química. 


Por lo que propone volver a la tradición representada por los humanistas y a la didáctica defendida por Comenius en su Novissima linguarum methodus (1648):

Discamus primo Latine balbutire, tum loqui; tandem Ciceronem, ut nobis dicendi quoque commonstret artificia, adibimus.

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